Me despertó una necesidad inmensa de hacer pis. Juzgando por la falta de luz en la ventana, debería ser de madrugada. Me di media vuelta hacia mi izquierda para tratar de conciliar la necesidad de mi vejiga. Sentía un frío muy intenso, a pesar de que ese día me había acostado vestido de mangas largas y jogging para menguarlo un poco. Como ya no aguantaba, me volví hacia el otro lado de la cama con la intención de partir mi excursión hacia el baño. Cuando hice fuerza con mi antebrazo para incorporarme, me pareció ver la sombra de una persona de gran porte parada al lado del ropero, que se encontraba observándome. De inmediato, me tape completamente hasta la cabeza y cerré mis ojos con fuerza. Me encontraba invadido por el miedo. El tiempo parecía haberse interrumpido en ese preciso momento, aunque en el aire podía percibirse el tictacteo del reloj de pared de la cocina.
Aminoré mi respiración para hacer la menor cantidad de ruido y movimiento posible. Escuché un crujido dentro de la habitación, desde el lado donde había visualizado la figura que me hizo sobresaltar. Comencé a transpirar en exceso y me acurruqué con más fuerza. En mi cabeza repasaba la distancia que había entre mi habitación y la de mis padres, para calcular cuánto tiempo me llevaría llegar hasta ahí si corría con fuerzas. No era el momento aún de comprobar mi valentía, por lo que intenté gritar para llamarlos, pero apenas me salía un hilo de voz imperceptible.
Mi vejiga estaba a punto de estallar, pero no podía salir de mi posición de atrincheramiento. Todavía el miedo le ganaba a las ganas de ir al baño. Opté por la salida más fácil de las dos situaciones: largué un chorrito de pis para descomprimir un poco la vejiga y el líquido caliente que iba transitando mis piernas, se iba absorbiendo en el pantalón. Pensé en largar un poquito más de orina para seguir liberando la presión que sentía en el vientre. Aflojé el esfínter pero esta vez no pude controlar el chorrito y solté todo el líquido de golpe. Se había expandido hasta mis pies. Como aún conservaba la cabeza dentro de la frazada, el olor ahí abajo era tan nauseabundo que quise asomar nuevamente la cabeza por la frazada para tomar una bocanada de aire. Fue en ese momento que noté una presión a los pies de la cama, como si alguien se hubiera sentado. Si en algún momento creí que la presencia era producto de mi imaginación, ahora se había convertido en realidad. Me corrí lo más que pude hacia la punta, para alejarme lo más posible de la esquina inferior. Estaba en ese momento recostado sobre la madera entre el hueco que quedaba del colchón y la pared.
En ese momento, se dejó caer con calma sobre la cama, recostándose a mi lado. Mi corazón estaba a punto de estallar del miedo. Sentía como su cuerpo estaba completamente estirado del lado derecho de la cama, dándome la espalda. Era magra su contextura, ya que no se había hundido el colchón demasiado de su lado. Noté como encogía sus piernas hasta que sus pies llegaron a rosarme el cuerpo. Allí fue cuando se detuvo derrepente, como si no supiera que me encontraba recostado a su lado.
Muy lentamente, se fue girando sobre su cuerpo hasta que su cabeza quedó apuntando para el lado de la pared. Me dolía la mandíbula de tanto apretar los dientes. Escuche como olfateaba al lado de mi oreja. Inspiraba tres veces de forma pausada y resoplaba con fuerza por su boca. Desde mi cabeza, siguió hacia el torso, repitiendo el modo en que analizaba mi cuerpo con su olfato. Lo hacía de forma sistemática, avanzando y retrocediendo en línea recta en reiteradas ocasiones. Me encontraba al borde del desmayo, iba percibiendo como mi cuerpo se empezaba a desvanecer. La descontractura del acto hizo que involuntariamente vuelva a orinarme. La presencia se dirigió de forma inmediata hasta mi entrepierna. Olfateó profundamente solo una vez y dio un resoplido fuerte, como si hubiera estornudado. Parece que esto lo debe haber asustado de forma tal, que lo hizo retroceder y sentarse en la cama. Escuché el sonido hueco de sus pies apoyando en el suelo como si llevara tacos puestos. Se descomprimió el colchón debido a que se había levantado de la cama. Se quedó unos segundos olfateando el aire, a medida que avanzaba de a un paso a la vez, que parecían sentirse cada vez más lejanos. Murmuró unas palabras en una lengua que desconocía y se perdió por detrás del ropero.
Si bien no podía ver a través de las mantas que me tapaban, tenía la sensación de que antes de partir, se quedó unos segundos observándome fijamente.