Desde muy chico se me había dado a bien por la informática. Me había vuelto muy habilidoso en programación y, sobretodo, en algunas herramientas de diseño gráfico. Gracias a eso, cuando no estudiaba, me dedicaba a hacer trabajos para terceros y, de esta forma, obtener algunos ingresos extras: redactaba currículums o trabajos prácticos, diseñaba volantes, reparaba e instalaba computadores e impresoras y desarrollaba programas sencillos en Visual Basic.
En aquel entonces, cuando Internet recién comenzaba surgir, había emprendido un nuevo proyecto que se trataba de seguir los partidos de Quilmes. Había abierto una página en la que publicaba, todas las semanas, los resultados de los partidos que se jugaban, con estadísticas, formaciones de los equipos, puntuaciones de cada jugador, incidencias y contaba con una breve reseña de los partidos –a modo de comentario- de mi amigo el Ruso. El costo de mantenimiento de la página, a duras penas, lo podía realizar gracias a algunos auspiciantes que me aportaban cierto dinero mensual, a cambio de un recuadro de publicidad en la página principal del sitio.
La situación económica en mi casa, si bien nunca había sido buena, ahora estaba peor. No sobraba absolutamente nada y los ingresos antedichos, los invertía en la cuota de la escuela y en los materiales necesarios para el día a día del estudio. Por lo tanto, no había manera de que pudiera costear el valor de la entrada para poder hacer un seguimiento realmente serio de cada uno de los partidos in situ. La mejor alternativa, era seguirlos por televisión, en mi casa. Los partidos del torneo «Nacional B», los pasaban por el canal de aire América pero, para mi desgracia, no siempre eran los encuentros del cervecero. Para peor, cuando sí los daban, la dupla de relator y comentarista (Simón y Varsky, respectivamente) era insufrible. Por la radio, era imposible que se mantenga la imparcialidad, ya que eran programas partidarios los que relataban y cualquier análisis que se pudiera hacer del mismo, era sesgado. Si se seguían las alternativas por FM Sur, el equipo jugaba siempre mal; por otro lado, escuchar al relator de la 103.9, daba la sensación de que el equipo era el Real Madrid del sur del Conurbano.
Por lo tanto, tenía la imperiosa necesidad de encontrar la manera de poder asistir a los partidos, al menos cuando jugaba de local.
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Un lunes, a eso de las cinco de la tarde, llamé a la sede del club haciéndome pasar por un periodista que seguía la campaña del equipo. Consulté cuales eran los pasos y requisitos para conseguir acreditación de prensa. El interlocutor del otro lado, me comentó (muy amablemente) que la acreditación podía ser por solo un partido; o bien, de forma anual si la intención era ir a todos los partidos de local. La antedicha permitía tener acceso gratuito a platea y, según se requiera, debería especificarse si se desea el acceso a vestuarios y/o cabinas de transmisión. Para la solicitud formal, era necesario enviar los datos personales de las periodistas pasibles de acreditación a un número de fax y un destinatario que me especificó. Antes de finalizar la charla, me aclaró que solo se expedían acreditaciones a medios gráficos, radiales o televisivos. Agradecí formalmente su ayuda y me puse manos a la obra.
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Para que mi plan sea un éxito, tenía que ser lo más convincente posible. Para ello, no tenía que dejar ningún detalle al azar. Por medio de la meticulosa navegación del dial de un viejo radio despertador, investigué que emisoras locales existían en la frecuencia modulada. Como requisito adicional, debía asegurarme que las mismas tengan un alcance limitado a la zona y que no lleguen hasta Quilmes. O bien, en el mejor de los casos, que en la misma emisora exista otra radio para tal zona. Garrapateé algunos números en mi cuaderno con algunas posibilidades. Cuando finalicé mi investigación, di con FM Ciudad (89.7 MHz) que se encontraba en el centro de Berazategui y, apenas, se podía sintonizar en mi casa que se encontraba a unos pocos kilómetros. Presentí que era la mejor opción, para que no puedan comprobar que, el programa ficticio para la ocasión “Pasión Cervecera” (en la trasnoche de los sábados según había redactado), no era realmente emitido por la cadena.
Con el programa PageMaker, diseñé el logo de la emisora: una silueta de edificios a la distancia, que era rodeado con la leyenda “Fm Ciudad 89.7 – Tu radio de Berazategui” con la tipografía Comic Sans MS. Algunos edificios, incluso, le había dibujado unas ventanitas de vidrio repartido. Tomé ese logo y lo copie al Word en donde había comenzado a redactar la carta dirigida al secretario de prensa. Lo ubiqué justamente en la parte superior izquierda de la hoja, para que parezca un membrete pre impreso de antemano. Para la parte derecha, donde quedaba un vacío, agregué la dirección postal de la emisora que se encontraba en alguna ubicación del centro de Berazategui y, por supuesto, una casilla de mail creada a tal fin. Todo como se estilaba a agregar en una hoja membretada, con la salvedad del teléfono.
Solo faltaba un detalle. Como aún era bastante menor de edad, si ponía mis datos reales, notarían que, según mi alto número de documento, todo era una farsa. Con lo cual, decidí transcribir la información (nombre completo y número de documento) que, gentilmente, me facilitó un amigo del barrio. Por otro lado, para agregarle aún más veracidad al asunto, decidí que la carta debería ser firmada por un representante de la emisora.
Ahí fue cuando recordé, que conservaba aún el sello de goma que rezaba la leyenda “INSTITUTO ALMAFUERTE”. Entonces, tomé una fibra verde y comencé a pintar las letras a partir de la “O” (inclusive) en adelante y presioné el sello, con una cierta inclinación, en la parte inferior derecha de la hoja. Agregué por encima un garabato a modo de firma y, debajo de la rúbrica, había dejado impreso con anterioridad “Oscar Almafuerte – Director de contenidos”.
Puse la hoja en un folio y me fui caminando hasta la estación de Ranelagh, donde se encontraba el locutorio más cercano en donde podía mandar el Fax. Le entregué la hoja al empleado y le facilité el número al momento que me lo solicitó. Realizó el llamado con altavoz y cuando el aparato empezó a realizar raros sonidos, presionó un botón verde que se empezó a engullir la hoja de a poco, hasta expulsarla por el otro extremo. Por la parte delantera, el equipo imprimió un papel cortito (como los del boleto de colectivos pero más ancho) con el resultado exitoso de la transmisión. Abrochó el comprobante a mi hoja y me cobró el envío. Algo así como un peso cincuenta: un peso por la hoja y cincuenta centavos por el llamado.
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A la siguiente semana, pude ver el empate en cero de Quilmes contra Argentinos Juniors. Todo desde la parte superior de la platea techada, en la última hilera. Donde hay unas mesitas de madera, especialmente preparadas, solo para los periodistas acreditados.